miércoles, 27 de enero de 2016

Antonio Díaz reseña The Long Way to a Small, Angry Planet, de Becky Chambers

Una vez más, tenemos el placer de contar con Antonio Díaz, que reseña para nosotros The Long Way to a Small, Angry Planet, de Becky Chambers, una de las novelas de ciencia ficción de las que más se está hablando en los últimos meses. Además, en esta ocasión, Antonio también ha escrito la reseña en inglés (podéis leerla aquí). ¡Espero que os guste!

Banda sonora de la reseña: Antonio sugiere leer esta reseña escuchando Angry Planet, de New Model Army (Spotify, YouTube). 

En su debut literario Becky Chambers nos presenta una historia coral situada en una nave con una tripulación multiespecie. Un planteamiento un tanto tópico, pensemos en Firefly o Star Trek (por no hablar de las decenas de sagas en esta línea que existirán por ahí), pero que la autora sabe llevar a buen puerto con un excelente sentido del ritmo, múltiples puntos de vista y explorando todo tipo de temas.

Sin recurrir a ninguna revelación relevante puedo decir que la tripulación de la Wayfarer se dedica a “excavar” el tejido del espacio creando portales entre dos puntos para permitir el tráfico intergaláctico. Es un trabajo solitario y que da pie a muchos roces y tensiones entre esta tripulación compuesta por un conjunto heterogéneo de razas (especialmente durante viajes largos).

Si tuviera que etiquetar esta novela diría que es space opera de personajes. Ese es el enfoque central de la novela por encima del universo en el que se desarrolla o los hechos que en él acontecen. La tripulación de la Wayfarer es asombrosa, especialmente las especies alienígenas, y todo el mundo tiene su punto de vista al menos una vez en la novela. Entre estos tripulantes no-humanos quizá los habrá más típicos y menos típicos, pero mi falta de rodaje en el mundo de la ciencia ficción no ha causado ese hastío que sí encuentro a veces en la fantasía, ese alzamiento de ceja seguido de un suspiro que expresa: “elfos de Tolkien otra vez no, por favor”. Al revés, he encontrado a las especies alienígenas fascinantes, no sólo por la percepción que tienen los humanos de ellas, sino por cómo se perciben ellas a sí mismas, a las demás, y a los humanos.

El desarrollo de los personajes principales (todos los tripulantes de la Wayfarer, sin excepción) es fantástico. Todos tienen un arco (algunos más definidos que otros) y Chambers dedica al menos unas páginas para explorar sus diferentes voces. A pesar de ser una autora novel se le ve mucho oficio (y, por lo visto, muchos borradores) porque el libro es bastante compacto para todo lo que contiene.

Otra ventaja muy importante del libro es un ritmo que sólo puede ser calificado de excelente. El frecuente cambio de punto de vista y la sensación de movimiento que se intercala con las exploraciones internas sobre la psique de los personajes hace maravillas para la lectura. Para mí ha sido un auténtico pasa páginas.

Poco se pueden mencionar los temas que se tratan en la novela sin destriparla, pero someramente indicaré que se habla sobre clonación, modificaciones corporales genéticas y mecánicas, virus inteligentes y los derechos de las IAs (entre otros muchos). Por supuesto, algunos temas se tratan más profundamente que otros, pero en global dan a la novela mucho contenido.

Un matiz importante que hay que hacerle a The Long Way to a Small, Angry Planet es un cierto grado de buenrollismo generalizado. Me ha recordado poderosamente al “ambiente” que tienen las novelas de la saga Vorkosigan de Bujold y, a pesar de la distancia de género y ritmo, a The Goblin Emperor de Addison. Es un fuerte contraste si el lector está más acostumbrado a la space opera de Weber, Scalzi, Corey, Ringo, Campbell, etcétera, que contienen mucha más testosterona por centímetro cuadrado de celulosa (o mililitro cúbico de tinta electrónica). No es que todo vaya bien ni que todo se resuelva satisfactoriamente, sino que los conflictos rara vez consisten en averiguar quién la tiene más larga (la Lanza Láser de Protones, obviamente). Chambers varía el enfoque del conflicto a una vertiente más interna.

Leyendo la novela me estaba dando la impresión de que Chambers había elaborado un universo bastante rico y bien definido, con gran cantidad de especies, culturas e idiomas diferentes para tan solo una novela. Al final de la misma averigüé la razón: The Long Way to a Small, Angry Planet está llamada a ser la primera de una saga, aunque es una novela absolutamente autoconclusiva que no necesita una continuación real. En el volumen que leí se incluían numerosos contenidos adicionales, entre los cuales se hallaba un extracto de la futura segunda parte: A Closed and Common Orbit. Al menos en el extracto los personajes eran completamente diferentes a la novela, lo que da incluso más sensación de final sin cabos sueltos en la primera entrega.

En una nota curiosa, además de una auto-entrevista de la autora y un comentario sobre el camino que ha seguido el libro hasta su publicación, el volumen que yo he leído incluye una serie de preguntas para plantear en un hipotético club de lectura y que te ayudan a analizar las claves más importantes del libro. 

La historia de Chambers es una que ha pasado en unos años de ser novedosa a casi convertirse en un recurso habitual para escritores noveles. Tras el epílogo del propio libro, Becky Chambers nos cuenta que empezó en 2011 a escribir el primer borrador para The Long Way to a Small, Angry Planet y cuando llevaba dos tercios le entró el canguelo. Empezó a pensar que eso de trabajar y escribir no funcionaba para ella y que tenía que hacer algo. Se replanteó la novela, publicó unos extractos en internet y finalmente montó su propia campaña de Kickstarter para financiarla. Una campaña con un sistema de recompensas bastante curioso que podéis ver aquí. La campaña fue un éxito reuniendo tan sólo 2.810 dólares (entiendo que el objetivo sería incluso más bajo) y Chambers autopublicó la novela. Finalmente una editorial le compró los derechos e hicieron una edición. No puede negarse que vivimos en una era donde se abren nuevas maneras para autores noveles (y no tan noveles) de entrar en el mercado con éxito. Sin duda vivimos tiempos interesantes.

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